Juan Carlos Avilés / Festival de Piantón
Me da mucha envidia, pero la vida es así y hay que aceptarlo. Algunos coronan una frondosa mata de pelo donde, por mucho que escarbes, nunca alcanzas el cuero cabelludo, y otros, como un servidor, empezaron a perder la pelambrera casi antes de que le asomara la barba. Pero aún da más rabia cuando, para mayor abundamiento, debajo del tupé tienes además un coco tan bien amueblado como el de Julio Vaquero (25 años). Da gusto oírle –cuando canta, cuando compone– y da gusto escucharle al exponer, con las ideas bien claras y sin circunloquios, lo que pasa por su cabeza.
Le pregunto, antes que nada, qué le parece el Festival, si se ha encontrado a gusto y si está satisfecho con el resultado de la composición para el Cunjunto Festival que le ha encargado este año la organización de la muestra.
--“Me parece fantástico y una idea muy buena, especialmente la fórmula de convivencia que se establece con los músicos y las familias del pueblo que nos acogen en sus casas y nos tratan como a reyes. Lo único que, por ponernos pejigueros, debería mejorar es el tema de la logística, los transportes a los pueblos donde hay conciertos. Y un poco el del cáterin, especialmente las cenas, porque las comidas están bastante bien”.
Tras la referencia gastronómica –importante para los jóvenes músicos, repletos de energía, desgaste intelectual y apetito inacabable-- le explico cómo nació este Festival hace siete años. Y que, como todas las grandes ideas, surgió de una reunión de músicos amigos en un bar de Vegadeo. Ellos eran Elena Montaña, Marc-Antoine Bonanomi, Íñigo Guibert y Carmen Monjaras. Cuatro apuntes sobre una servilleta, y a ponerlo en marcha, sin un euro y con una enorme dosis de ilusión. Y que llegar hasta la séptima edición ha sido casi un milagro que sólo logran quienes ponen empeño y ganas en los proyectos. Y hecha la aclaración, le pido que hablemos de él.
--“Pues yo desde pequeñito siempre he tenido pasión por la música. Mis padres no son músicos, pero cuando vieron mi afición enseguida me apuntaron a una escuela a aprender. Debía de tener unos siete años. Pero lo más curioso es que yo soy ingeniero civil de caminos, pero cuando acabé la carrera me planté y les dije a mis padres que yo quería ser compositor”.
En efecto, entre logaritmos y derivadas, Julio compaginaba el proceloso mundo de la ingeniería civil con lo que era su verdadera vocación, y los números neperianos se le antojaban corcheas. Estudia con prestigiosas maestros, como Jesús Torres (Premio Nacional de Música 2012) y realiza arreglos musicales en varias agrupaciones orquestales y corales.
--“Nunca me he inclinado a hacer lo que ya estaba hecho. Por ejemplo, a mí me gustan mucho los juegos de mesa, así que me dediqué a inventar juegos de mesa, y tengo varios. Con diez años me regalaban cómics de Mortadelo y Filemón, y a los pocos meses estaba dibujando mis propios cómics. Con la música me pasa lo mismo, y mi profesor de oboe me lo recuerda continuamente: “Jo, tío, en vez de estudiar oboe te pones al piano a manipular cancioncillas”. Y me pasa lo mismo con todo. Yo siempre estoy de paseo por mi mundo”.
Pero una buena parte de ese mundo es el micro teatro musical, obras de pequeño formato que han ido proliferando en las carteleras en los últimos años. La primera para la que compuso la música fue Jaque Mate, con texto de Judit Gayán. Luego vinieron otras como Fraude, Cartílagos, La maravillosa historia de la Bella Durmiente, etc.
--“Con Jaque Mate tuvimos algún éxito. Estuvimos en una sala de Madrid, después en Guadalajara y hasta ganamos un concurso nacional de micro teatro. Poco después me conoció un director de musicales con cierto prestigio en ese mundo, Jesús Sanz-Sebastián, y a partir de ahí me fui adentrando en las producciones musicales. El teatro musical a mí me encanta, y uno de mis objetivos es tratar de aportar mi granito de arena para dignificarlo, porque al ser un género muy comercial es muy dado a la cutrez. No por parte de los intérpretes, sino de autores clásicos que no respetan el género como lo hacen con la ópera o la zarzuela”.
Además de su innegable interés por el teatro musical, Julio Vaquero no puede obviar el tirón de la música clásica, que es el eje de su formación. Y además de sus composiciones para teatro también ha realizado incursiones en ese ámbito.
--“Lo más interesante que he hecho en este terreno fue el verano pasado, en Sherborne, al sur de Gran Bretaña. Allí estuve en una serie de encuentros con varios compositores y realizando un curso con Malcolm Singer y cada uno estrenamos una obra a la que asistió gente de bastante peso. La verdad es que acabé muy contento con el resultado”.
Julio estuvo compaginando sus estudios de ingeniería con los de composición en el Conservatorio Superior de Música de Madrid, hasta que acabó decantándose al cien por cien por la música “porque, si no, al final no haces bien una cosa ni la otra”. Y, como complemento, ha realizado cursos con el compositor madrileño Jorge Fernández Guerra, Premio Nacional de Música en 2007. Paro además ha estrenado composiciones suyas en España, Dinamarca y Estados Unidos.
Antes de hablar del estreno de la obra que Julio Vaquero ha realizado específicamente para esta séptima edición del Festival como compositor invitado, es inevitable sacar a colación su papel como integrante del conjunto acapella Dimensión Vocal, uno de los grupos asistentes a Piantón 2017 y que más ha sorprendido al público.
--“Dimensión Vocal surgió como la aventura de un grupo de amigos con un objetivo común muy claro y una sensibilidad musical muy parecida. A mí personalmente me han aportado bastante porque tienes la posibilidad de explorar muchas cosas desde el punto de vista del intérprete. Porque quitando a Bach, que era un monstruo tocando el órgano, hoy por hoy el compositor es compositor y punto. Y en ese sentido me ha dado la oportunidad de abarcar otras posibilidades tanto de la voz como musicales en general, y afinar el oído cada vez más porque al final es un entrenamiento auditivo total en cuestiones de armonía y ritmo. Y de romperme la mandíbula a reír, porque al final son amigos y todos con un mismo rollo”.
Sólo unas horas antes de tener lugar esta charla, arreglada pero informal, el Conjunto Festival estrenaba la obra concebida por Julio para el broche final de la muestra. Se trata de Mis Paisajes, un bello poema musical con letra de Mario Benedetti sobre una partitura que armoniza el alma de una tierra con sus ancestros y su manera de sentir. En ella Julio Vaquero deja su impronta como un compositor de gran sensibilidad, polifacético, multifuncional, creativo, de envidiable flequillo y, además, un gran tipo.