Dúo Mitjana: “¡Eh, que estamos aquí!”

Dolores y Marta, Dúo Mitjana, durante su actuación.

Juan Carlos Avilés

“Teníamo prepará una propinilla. Y como la teníamo prepará, pué la vamo a tocá”. El público asistente a la iglesia de San Martín de Taramundi rompió en carcajadas y redobló los entusiastas aplausos de la actuación que acababan de finalizar. Se puede tener más gracia y los ojos más bonitos que Dolores Navas y Marta Fitzsimmons, las dos componentes del Dúo Mitjana, pero yo aún no conozco el caso. Estas dos jóvenes clarinetistas malagueñas, unidas artísticamente en el Conservatorio de Música de Rotterdam (Holanda), no sólo tocan divinamente sino que derrochan simpatía y salero por arrobas, que sólo atemperan cuando se vuelcan en la interpretación de su programa con espléndidos resultados y una sensibilidad exquisita. Estamos ya casi finalizando el Festival y les pregunto cómo llegaron hasta aquí y por su experiencia y valoración del mismo.

“Fue la cellista Virginia del Cura quien nos habló del Festival y de que estaban haciendo la selección de participantes. Entonces preparamos los vídeos y los mandamos, y tuvimos la suerte de que nos aceptaran, y la verdad es que lo estamos pasando estupendamente. Así que las casi diez horas de viaje desde Málaga hasta aquí han merecido la pena. Y en una semana te da tiempo a todo, a estudiar, a descansar, a tocar y a adaptarte al pueblo y al clima, que con Andalucía no tiene nada que ver. Pero aquí puedes descansar por la noche, no sudas mientras ensayas, es una gozada. Y en cuanto al Festival, es fabuloso. Hemos tocado en otro festival en Málaga, pero era muy distinto, porque aquí se crea más contacto entre las personas. Ya el primer día que ensayas con el coro conoces a mucha gente y se crea un ambiente muy familiar”.

Gracias a su naturalidad y al salero que derrochan, Mitjana posee el don de meterse al público en el bolsillo nada más empezar sus conciertos, sin perder un ápice de la solemnidad y el rigor que requiere la música clásica, pero sin renunciar a alguna que otra ‘travesura’. “Nosotras somos así en el día a día, y cuando nos subimos al escenario intentamos disfrutar y pasárnoslo bien, y tratamos de trasmitir esa misma sensación a la gente, si no queda muy distante y muy frío, y el público se acaba convirtiendo en una tapia”. Romper esa ‘cuarta pared’, como la llamaba Stanislavsky, un gurú del teatro, tiene mucho que ver con la transmisión de emociones. Y uno se pregunta si esa pasión a veces se descontrola y da pie a cierta improvisación, que en el caso de la música clásica es un salto mortal sin red. “Improvisar, lo que se dice improvisar, no, pero lo que ella me suele hacer mucho es que algo que tratamos de una forma en los ensayos luego me lo toca de otra”. No sé si ‘ella’ es Dolores o Marta, porque me olvidé de advertirlas que dijeran el nombre en sus intervenciones. “Pero como tenemos ya un vínculo muy grande se las pillo todas”. Y añade la ‘otra’: “Es porque ella es muy buen músico, pero yo si no le meto alguna ‘morcilla’ me aburro mucho”. Eso sólo ocurre, sin mayores consecuencias, si entre ambas hay una buena sintonía, y la hay. Y cuando llevas desde los siete años –y ya tienen veinte más—envuelto en corcheas y semifusas y sin casi más horizonte que las partituras. “Cuando lleguemos a los treinta igual se nos va el brillo de los ojos”, dicen entre risas. Pero no las creo, tienen faroles para rato.

Salvo el máster de interpretación de clarinete, que realizaron en Holanda, Dolores y Marta hicieron los estudios previos en Málaga. Y en Rotterdam descubrieron musicalmente un mundo nuevo. “En Málaga están las cosas muy paradas, así que cuando salimos fuera descubrimos que Europa nos lleva miles de años de ventaja en muchas cosas, aunque como instrumentistas estamos bastante igualados. Y en cuanto a las oportunidades, en Málaga te vienen un poco a buscar, pero en Holanda tienes que currártelo mucho. Entonces, o apruebas unas oposiciones y eres profesor toda tu vida o no tienes nada”. Llegados a este punto, me aclaran que la de la ‘voz reventá’ es Marta” (por fin podemos saber quién dice qué), y es Dolores la que comenta que le encantaría poder trabajar en una orquesta “pero es difícil y hay que estudiar muchísimo y dedicarle muchas horas, y mientras dedicas esas horas, ¿qué haces? Gracias a Dios tenemos unos padres que están ahí y nos ayudan sin reservas en todos los aspectos. Además, el hermano de Marta es músico y mis padres también son músicos los dos, entonces saben lo que hay y que las dos estamos volcadas en ello. Y luego está que te cojan, porque te vas a presentar a una plaza y van cien. Yo ahora tengo pruebas en el País Vasco y después en Sevilla, y tienes que ser la mejor de todos”.
Dolores y Marta formaron el dúo en 2016, en Rotterdam, con intención de asistir en Málaga a una muestra de jóvenes intérpretes, con extensión a toda Andalucía. Había que buscar un nombre, presentar la solicitud y preparar un repertorio. Se les ocurrió Dúo Mitjana en honor a un compositor y diplomático malagueño, Rafael Mitjana (1869-1921), y se pusieron a ello. Fueron aceptadas y quedaron finalistas. “Nos trajimos a un pianista holandés alto, rubio (lo recalcan con cierto ensimismamiento), para que nos acompañara y tocamos de memoria, nada de partituras, en el Teatro Cervantes. Todo muy acelerado, pero la verdad es que nos salió bastante bien. La gente nos decía “parecíais Las Grecas”, porque tocábamos de memoria y haciendo teatrillo, que con un público de a pie como aquel, con la familia y los amigos, te lo podías permitir. Y además es que somos muy folklóricas. Así que a partir de ahí, como teníamos los recitales de primero y segundo de máster, pues seguimos con el dúo y fuimos preparando un repertorio, que en el caso del clarinete no es fácil porque es un instrumento muy limitado. Y hemos ido dando conciertos en Holanda, en Nerja, en el Museo Pompidou de Málaga... Lo que pasa es que Dolores acabó el master en diciembre y se volvió a España y yo me quedé en Holanda hasta mayo, así que todos esos meses hemos estado paradillas”.

Aunque disfrutan mucho interpretando a los clásicos, tanto Dolores como Marta se inclinan por la música contemporánea. “Al margen de la dificultad que conlleva, hay piezas de contemporánea que son muy escuchables”. A pesar de que una lo escogió y a la otra medio se lo impusieron, a ambas les apasiona el clarinete y ya no lo cambiarían por nada, en todo caso variando de registro. “Casi todo lo tocamos en Si Bemol, que es el que se usa generalmente, pero a veces uno de los clarinetes lo ajustamos en La, como hemos hecho en algunas obras del Festival, y queda súper chulo. Por ejemplo en la Contradanza, de Paquito de Rivera, otra de las que tocamos, que con el clarinete bajo hubiera quedado impresionante”.

En esta edición del Festival de Piantón hay casi el doble de mujeres que de hombres, lo que parece indicar que las féminas van abriéndose camino en el proceloso mundo de la igualdad de géneros. “Yo por suerte no he tenido ningún caso de diferenciación en ese sentido”, dice Dolores. “Pero también porque nos damos a respetar bastante, y si veo que alguien se pasa le digo ‘¡eh, que estamos aquí!’”, apostilla Marta. “Y, por suerte, en muchísimas audiciones de orquestas las rondas se hacen con cortinas, entonces el jurado no te está viendo la cara, y eso me parece maravilloso, tanto porque no saben si eres mujer u hombre o porque te puedan conocer y condicionar la valoración”. “Yo creo que eso pasa más en los instrumentos de metal, pero cada vez hay más mujeres trompeta, o trombón, o tuba, y son igualmente de buenas que si fueran hombres. Pero la verdad es que nosotras no hemos vivido nunca una situación de que por el hecho de ser mujer te echen para atrás”, concluye Dolores. “Bueno, antes era mucho peor, porque hasta en la voz preferían meter a los ‘castrati’ con tal de que no cantaran las señoras”, apostilla Marta en un ‘golpe de gracia’.

Después de sus próximos conciertos por Andalucía, Marta y Dolores tienen un contrato en Alemania para tocar con la Neue Philharmonie München. “Estamos muy contentas, aunque nos pagan sólo el viaje y la estancia, pero es que las orquestas jóvenes funcionan así, con el ‘semi’ por delante: ‘semi’ pagado, ‘semi’profesional, ‘semi’ joven y ‘semi’ todo, porque luego a lo mejor hay gente de cuarenta y pico años tocando el contrabajo”. Pero lo que el Dúo Mitjana tiene totalmente claro es que, por vueltas que les dé la vida, nunca dejarán la música. “Yo, aparte, estudié la carrera de Magisterio” –dice Marta–, “entonces tengo la posibilidad de hacer oposiciones para Primaria, porque en Andalucía las de Conservatorio parece que les da coraje sacarlas y no las sacan, y clarinete lleva desde 2011 sin salir. Así que lo único que me queda es hacer oposiciones fuera de Andalucía, rezar para que saquen las plazas de clarinete en 2020, o irme para Magisterio, dar clases por la mañana y por la tarde hacer mi vida de músico”. Dolores es menos optimista: “Yo la verdad es que estoy más ‘perdía’. Cuando vuelva (del máster) ya veré… Es que ahora estoy de ‘excedencia’, de pruebas, de estudiar mucho”. Y Marta sale al quite: “Yo la excedencia la tuve en Holanda porque allí estamos a tope, y a todo lo que salía íbamos. Así que cuando tienes tantas cosas llega un punto que dices ‘necesito meses de relajarme’. Ella lo está pasando ahora y yo lo pasé antes, trabajando de tele operadora, repartiendo comida, cuidando niños… Yo por suerte ya superé la ‘excedencia’ y Dolores aún está en ello. Pero va a salir, porque está aquí”.

Entra José Luis, director de la Escuela de Música de Vegadeo y colaborador del Festival, preguntando por la gorra de un guaje, y algo nos dice que hasta aquí hemos llegado. Estaría horas hablando con estas dos simpáticas artistas, pero no de música, sino de otras muchas cosas, hasta empaparme del todo de su humor y vitalidad. “Oye, pero esta entrevista es como muy coloquial, muy cercana, habría estado genial sacarla en audio en vez de escrita, como en la radio”. Afortunadamente, el ‘glamour’ de algunos músicos veteranos con vocación de divos aún no les ha tocado a ellas y su espontaneidad y frescura hacen que este humilde y veterano plumilla goce de lo lindo escuchándolas. No sólo en el escenario, sino así, de tú a tú. Hay que ver lo que se aprende.

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