David Hernando: “El saxo es un potro desbocado que hay que domar”

Juan Carlos Avilés / Festival de Piantón

Las paredes del cuarto donde ensaya bien podrían estar decoradas con fotografías de Ayrton Senna, Michael Schumacher o Alain Prost. E igual que Manuel Machado (“Antes que poeta, mi deseo primero hubiera sido ser un buen banderillero”), el saxofonista madrileño David Hernando, 29 años, y en el podio de los jóvenes concertistas, hubiera dado los dedos de una mano por ser piloto de Fórmula 1. Pero jamás con los que pulsa, magistralmente, las enrevesadas claves del saxo.
Cuando echas un vistazo a su página web (www. davidhernandovitores.com) te das cuenta de que, a pesar de no haber cumplido los treinta, su carrera musical es meteórica. Y sin embargo no hay un ápice de vanidad en su actitud y compostura. David es cercano, amable, algo tímido y a la vez —seguramente a pesar suyo—un gran seductor. Durante su estancia en Piantón, a muchas de las jóvenes intérpretes participantes en el Festival les hacían los ojos chiribitas cuando dibujaba su sonrisa cálida en su rostro de rasgos acogedores y barba incipiente. Frivolidades aparte, las dos grandes cualidades de Hernando, al margen de su innegable talento musical, son la humildad y un enorme sentido de la responsabilidad y el trabajo. Es un currante de la música y con las ideas muy claras.
— “Si te quedas en casa nadie va a venir a llamar a tu puerta. Hay que luchar, trabajar mucho y dedicar infinitas horas y esfuerzo a lo que haces. Es como subir una escalera, dependiendo de los peldaños que asciendas puedes llegar alto o quedarte a medio camino. Y además he tenido suerte, he de reconocerlo”.
Pero la suerte también hay que fabricarla, y él lo sabe. Como dicen los asturianos, si quieres una buena cosecha no basta con mirar al cielo, hay que echar ‘cuchu´. Y él empezó a abonar su carrera cuando apenas tenía cuatro años y sus padres, en vez de a fútbol, le apuntaron a una escuela infantil de música.
— “Yo quería aprender a tocar la trompeta, seguramente porque a esa edad es el instrumento que más te llama la atención, pero en la escuela no había y lo más parecido era un saxo destartalado que sonaba fatal, pero me gustó. Luego mis padres me compraron uno y así empezó todo. Tocaba en la banda de la escuela hasta que, a los ocho años, empecé en el Conservatorio”.
Pero mucho antes de finalizar los estudios superiores, David ya empezó a dar conciertos a la mínima oportunidad.
— “Hay que tocar, no basta sólo con estudiar, que para eso somos músicos. No todo te lo enseña el conservatorio, también te lo enseña la experiencia que puedas ir acumulando, el contacto con el público y perder el miedo escénico. Así que mucho antes de acabar empecé a tocar con una pianista japonesa, Kayoko Morimoto, y hacíamos un montón de conciertos. Conocí a Kayoko porque necesitaba una pianista para pasar las pruebas de acceso al grado superior, y me la recomendó un profesor al que tengo mucho cariño, Vicente Toldo. Desde que fui a ensayar a su casa tuvimos muy buen feeling, y eso es difícil de encontrar. Recuerdo que ella me decía: “Joder,David, es que no pareces alumno””.
David Hernando estuvo cuatro años tocando con Kayoko, e incluso grabaron juntos uno de los cuatro discos y varios singles que ya tiene editados el saxofonista. No ha parado en los últimos años, y siempre a base de renunciar a mucha vida social, ya que mientras sus amigos estaban de fiesta los fines de semana él andaba amarrado a los ensayos. Ahora reconoce que empieza a ver un poco la luz. “Pero nadie viene con una varita mágica a abrirte las puertas. Hay que currar”.
— “Aparte de los profesores, una de las cosas que me ha ayudado mucho es el grabarme a mí mismo para estudiar. Yo no tenía un profesor las 24 horas del día para corregirme y darme pautas, así que me grababa y lo escuchaba, e iba corrigiendo errores. Además el saxo no es fácil, es un potro salvaje que hay que domesticar. No es como una flauta travesera, o el piano. El saxo tiene 150 años de historia y compaginarlo con otros instrumentos no es sencillo. Lo que hay que hacer es dulcificarlo, hacerlo como ‘aflautado’ para que empaste, sobre todo en la música clásica, porque suena muy nasal, muy abierto, como en las charangas”.
A David no sólo le preocupa perfeccionar su técnica como músico. Le interesa mucho la investigación, experimentar con las posibilidades del instrumento e ir abriendo nuevos campos al lenguaje musical. El Proyecto Haria, uno de los temas en los que está trabajando, discurre en ese sentido. Consiste en buscar otras sonoridades basadas en las culturas árabes, cristianas y judías.
— “Me gusta mucho la experimentación, hacer cosas diferentes e intentar aportar mi granito de arena. He trabajado con varios compositores, entre ellos Mario Carro (dos piezas suyas se estrenaron en 2015 y 2016 en Piantón), y una de las obras que he tocado aquí es de él. Hemos buscado timbres diferentes, que gusten al público, y que a pesar de ser música contemporánea sea música audible, que llegue a la gente. Es muy interesante la relación compositor-intérprete. Si el compositor trabaja junto con el intérprete mejora la obra porque estás escribiendo para una persona en concreto y eso te hace sentir súper cómodo. Es genial, porque tú aprendes de él y él de ti”.
La música popular es otro de los territorios que a David Hernando le gusta explorar.
— “La música clásica se sostiene mucho de la popular. Son los orígenes, es la tradición. Luego hay que refinar ese lenguaje, hacerlo más ‘culto’, como el clásico. Por ejemplo, con el pianista que trabajo ahora, Rafael Salas, tocamos muchos temas de raíz tradicional, como folclore japonés, música española o andaluza… Y al público le gusta porque a pesar de ser música clásica le suena a cercana y evocadora de sus recuerdos de niñez, del pueblo.
Hernando tiene un espíritu en continua ebullición, pero no le gusta marcarse metas concretas, sino ir por donde su carrera y su trabajo le lleven. Grabó su primer disco con 24 años y ya ha dado conciertos en auditorios selectos y en diferentes países del mundo, bien solo o con otros músicos.
— “Cuando trabajas solo estás más expuesto. A mi me gusta trabajar mucho con piano, y la mayoría del repertorio del saxofón es con piano, porque es lo que estudiamos en el conservatorio. Además hay una muy buena comunión entre ambos instrumentos, combinan bastante bien, aunque el saxo siempre está influenciado por la música de jazz y hay un componente de improvisación que a la gente le gusta. Por ejemplo el tema que toqué el otro día, Flamenco sin límites, no se había estrenado en Europa, sólo en Latinoamérica. Es de un español, Jaime Fatás, afincado en Estados Unidos, y se lo pedí por internet. Está basado en un tema sobre Camarón de la Isla y tiene influencia del jazz, incluso de Debussy. En Norteamérica y en Japón el flamenco ha calado mucho, y eso se lo debemos a Paco de Lucía, que lo llevó por todo el mundo, y que es mi referente, por encima de saxofonistas o compositores clásicos. Paco decía “prefiero tocar sucio, pero siempre al tiempo”, y eso a mí me gusta, porque la música es ritmo”.
Esa fusión entre lo clásico y lo popular ha hecho que David Hernando llegue a públicos muy variopintos acostumbrados a músicas más locales. Ha llegado a hacer arreglos de jotas, como en un concierto que dio hace algunos años en el pueblo de su madre, Torresandino, en Burgos, y en el que pasa largas temporadas.
— “Hay que desacralizar la música clásica, llevarla a todo tipo de gentes y no solo a circuitos elitistas. No hay por qué estar siempre con el esmoquin y la pajarita y hay que ser campechano en el escenario, sonreír al público, hacerlo tu cómplice.
Y éste es David Hernando Vítores, un joven como otro cualquiera pero con un carrerón por detrás y, sobre todo, por delante. Acabado el Festival de Piantón volverá a Torresandino a beber Ribera del Duero y charlar con los amigos de todo menos de música, aunque vive de ella, con ella y para ella. “La música lo es todo para mí. Es mi compañera, mi sicóloga, la que ahuyenta mis tristezas e incluso (ríe) los males de amores”.
Pues salud, chaval. Y a por todas.

 

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